¿Qué onda con la discapacidad?
Columna de inclusión: por Ricky Martínez.
Aguascalientes,Ags.a de octubre de 2024.
El viaje infinito de la discapacidad en Aguascalientes.
En la ciudad de Aguascalientes, un sol que parecía burlarse de la situación iluminaba el día de tres amigos inseparables: Casimiro, Pedro y Feliciano. Cada uno, con su particularidad, había aprendido a navegar la vida en un mundo que muchas veces no parecía diseñado para ellos. Casimiro, con su bastón, que sonaba como un tambor marcando el ritmo de su independencia, dependía de su aguda percepción auditiva. Pedro, en su silla de ruedas, desafiaba las aceras con rampas que parecían haberse hecho de papel y sin cuidado. Y Feliciano, con su intelecto especial, abordaba la vida como un juego de adivinanzas, donde las reglas cambiaban constantemente.
Un día, decidieron aventurarse en un viaje en transporte público hacia el centro. Al llegar a la parada, la escena era digna de una obra de teatro absurda. El autobús se detuvo, pero la rampa que se suponía debía bajar para Pedro decidió tomarse un día libre. Casimiro, con su bastón, se acercó al borde del autobús y preguntó:
«¿Estará disponible la rampa, o es solo un mito urbano?»
Pedro, con su sentido del humor, añadió:
«Quizás la rampa está en el mismo lugar que las leyendas sobre la puntualidad del transporte público.»
Feliciano, tratando de seguir el hilo de la conversación, intervino: «¿Y si la rampa es como un juego de escondidas? ¡Hay que encontrarla!»
Después de un intercambio de miradas y risas nerviosas, decidieron que la mejor opción era esperar al próximo autobús. Pero, al poco tiempo, la esperanza se desvaneció cuando vieron que el siguiente vehículo también carecía de accesibilidad. Casimiro, un poco frustrado, comenzó a preguntarse si su ciudad realmente consideraba a sus habitantes con discapacidad. «¿Acaso somos un grupo de extras en esta película llamada La Vida Normal?»
Finalmente, tras una larga espera y varias anécdotas sobre las aventuras que nunca vivieron, decidieron optar por una alternativa más «convencional»: caminar. Con la determinación de quien sabe que el destino no les dará tregua, se aventuraron a cruzar calles donde las aceras estaban llenas de obstáculos, como si Aguascalientes hubiera sido diseñada como un laberinto.
En el camino, encontraron un pequeño bache. Casimiro, siempre observador, exclamó: «¡Un nuevo reto! ¡Parece que Aguascalientes se ha inspirado en un videojuego de plataformas!»
Pedro, riendo, lo miró y dijo: «Solo espero que este nivel no tenga jefes finales.» Feliciano, emocionado, comenzó a contar las veces que habían encontrado baches, pero no entendía que ese número no hacía más que confirmar su situación.
Al final del día, después de haber recorrido más de lo planeado y haber convertido un simple viaje en una odisea, los tres amigos reflexionaron sobre la experiencia. Casimiro, con una sonrisa sarcástica, comentó: «Creo que nuestros gobiernos han decidido que nuestra verdadera aventura es el trayecto, no el destino.»
Y aquí está la crítica: Aguascalientes, como muchas otras ciudades, sigue siendo un laberinto para quienes tienen discapacidades. La falta de infraestructura adecuada y accesible en el transporte público no solo limita la movilidad, sino que también nos recuerda que las promesas de inclusión son solo palabras si no van acompañadas de acciones. Es hora de que nuestras autoridades no solo escuchen, sino que actúen. La accesibilidad no es un favor; es un derecho. Y en el juego de la vida, todos merecemos tener las mismas oportunidades para avanzar, sin importar las barreras.